jueves, 2 de abril de 2020

APLAUDIENDO A LA DICTADURA



La jugada ha sido maestra. Un golpe de estado a nivel global con la excusa de 'detener el virus'. Ahora los políticos gobernantes de cada país tienen justificado cualquier exceso para “salvarnos”.

Por supuesto el razonamiento que nos han metido en la cabeza es que era necesario obligar al confinamiento y paralizarlo todo para evitar una catástrofe. ¿De verdad? Ya se habían dado casos de pandemias más mortíferas sin que se decretase tal atropello a las libertades en todo el mundo. Sin ir más lejos la epidemia de gripe porcina (2009) causó en torno a 500.000 muertos en todo el mundo... y a nadie se le ocurrió encerrarnos.

En todo caso, medidas alternativas incluyendo testeo masivo a la población y sin la paralización salvaje del país han demostrado su efectividad en democracias como Corea o Japón.

Una democracia madura se supone formada por ciudadanos responsables. Con las debidas explicaciones sin duda la gran mayoría de esas personas cumplirá las medidas de protección recomendadas por autoridades sanitarias. ¿Por qué entonces imponerlo por la fuerza como si todos fuéramos chiquillos? ¿Es aceptable que saquen a las fuerzas armadas a amedrentarnos?

Personalmente, por supuesto acepto y respeto las recomendaciones de las autoridades sanitarias. Pero el hecho de que nos obliguen por la fuerza 'para protegernos' me da escalofríos.

La visión de policía y ejército deteniendo a personas simplemente por circular por la calle (la primera y básica de las libertades) es terrorífica. Si le sumamos los excesos por parte de algunos de esos agentes (pocos casos en democracias consolidadas, pero demasiado abundantes en países con recientes dictaduras) empieza a ser pesadilla.

Y cuando las masas aplauden o se ríen de estos excesos, o cometen linchamientos (reales o mediáticos) contra quien osa salir de su casa, estamos a las puertas del fascismo.

Hay una parte de la población, la mayoría en países del primer mundo, que pueden aguantar un confinamiento sin grandes problemas. Tienen sus ahorros, la despensa llena, su sueldo o paga garantizados. Y el gobierno les presta ayuda para resistir. Estas personas pueden no entender la necesidad de salir de los otros, la gente sin recursos.

Son las personas más humildes quienes NO PUEDEN RESISTIR un confinamiento de semanas (mucho menos de meses como va a suceder). Las ayudas estatales tardan en llegar, y son insuficientes. Con la despensa vacía es inhumano pretender que se queden en casa.

Estas personas sin recursos son las que necesitan salir. Son mayoría en muchos países de latinoamérica. Estamos viendo a los gobiernos pretender sujetarlos por la fuerza, llegando por esta regla de tres a identificar pobreza con delincuencia. La pesadilla que se cierne sobre ellos es abrumadora: hambre+miedo+persecución policial+estigmatización por la sociedad. ¿Es eso propio de democracias?

Quienes tenemos la suerte de poder resistir el confinamiento deberíamos pensarlo mucho antes de juzgar tan a la ligera a los demás. El enemigo, como casi siempre, no es el de al lado sino los de arriba.

No es un secreto que la clase política es servidora de los intereses de las grandes corporaciones (el sistema parlamentario lo favorece, no nos engañemos ¿quién financia las campañas electorales? ¿Qué político tiene más respaldos para subir?). Si aceptamos el atropello de nuestras libertades, estamos dejando a un lado lo poco de democracia que nos permitían y entrando de lleno en el estado servil... al servicio de la oligarquía. La guinda la pone que perpatuarán el miedo a reunirnos o manifestarnos por no contagiarnos.

Ya lo dijo Aldous Huxley: “Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, pero sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar” .

Para mantenernos sumisos, el gobierno se ofrece a cuidarnos con ayudas, subvenciones y reparto de alimentos. Pero depender del estado obliga a acatar sus mandatos como esclavos. Y con la economía en quiebra cada vez te darán menos y cada vez será más difícil rebelarse.

Con el ejército en las calles veo a la gente cantando y aplaudiendo desde sus casas. Y eso me asusta más que el virus.

Despierta y Lucha

#YoQuieroSalir




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