La
jugada ha sido maestra. Un golpe de estado a nivel global con la
excusa de 'detener el virus'. Ahora los políticos gobernantes de
cada país tienen justificado cualquier exceso para “salvarnos”.
Por
supuesto el razonamiento que nos han metido en la cabeza es que era
necesario obligar al confinamiento y paralizarlo todo para evitar una
catástrofe. ¿De verdad? Ya se habían dado casos de pandemias más
mortíferas sin que se decretase tal atropello a las libertades en
todo el mundo. Sin ir más lejos la epidemia de gripe porcina (2009)
causó en torno a 500.000 muertos en todo el mundo... y a nadie se le
ocurrió encerrarnos.
En
todo caso, medidas alternativas incluyendo testeo masivo a la
población y sin la paralización salvaje del país han demostrado su
efectividad en democracias como Corea o Japón.
Una
democracia madura se supone formada por ciudadanos responsables. Con
las debidas explicaciones sin duda la gran mayoría de esas personas
cumplirá las medidas de protección recomendadas por autoridades
sanitarias. ¿Por qué entonces imponerlo por la fuerza como si todos
fuéramos chiquillos? ¿Es aceptable que saquen a las fuerzas armadas
a amedrentarnos?
Personalmente,
por supuesto acepto y respeto las recomendaciones de las autoridades
sanitarias. Pero el hecho de que nos obliguen por la fuerza 'para
protegernos' me da escalofríos.
La
visión de policía y ejército deteniendo a personas simplemente por
circular por la calle (la primera y básica de las libertades) es
terrorífica. Si le sumamos los excesos por parte de algunos de esos
agentes (pocos casos en democracias consolidadas, pero demasiado
abundantes en países con recientes dictaduras) empieza a ser
pesadilla.
Y
cuando las masas aplauden o se ríen de estos excesos, o cometen
linchamientos (reales o mediáticos) contra quien osa salir de su
casa, estamos a las puertas del fascismo.
Hay
una parte de la población, la mayoría en países del primer mundo,
que pueden aguantar un confinamiento sin grandes problemas. Tienen
sus ahorros, la despensa llena, su sueldo o paga garantizados. Y el
gobierno les presta ayuda para resistir. Estas personas pueden no
entender la necesidad de salir de los otros, la gente sin recursos.
Son
las personas más humildes quienes NO PUEDEN RESISTIR un
confinamiento de semanas (mucho menos de meses como va a suceder).
Las ayudas estatales tardan en llegar, y son insuficientes. Con la
despensa vacía es inhumano pretender que se queden en casa.
Estas
personas sin recursos son las que necesitan salir. Son mayoría en
muchos países de latinoamérica. Estamos viendo a los gobiernos
pretender sujetarlos por la fuerza, llegando por esta regla de tres a
identificar pobreza con delincuencia. La pesadilla que se cierne
sobre ellos es abrumadora: hambre+miedo+persecución
policial+estigmatización por la sociedad. ¿Es eso propio de
democracias?
Quienes
tenemos la suerte de poder resistir el confinamiento deberíamos
pensarlo mucho antes de juzgar tan a la ligera a los demás. El
enemigo, como casi siempre, no es el de al lado sino los de arriba.
No
es un secreto que la clase política es servidora de los intereses de
las grandes corporaciones (el sistema parlamentario lo favorece, no
nos engañemos ¿quién financia las campañas electorales? ¿Qué
político tiene más respaldos para subir?). Si aceptamos el
atropello de nuestras libertades, estamos dejando a un lado lo poco
de democracia que nos permitían y entrando de lleno en el estado
servil... al servicio de la oligarquía. La guinda la pone que
perpatuarán el miedo a reunirnos o manifestarnos por no
contagiarnos.
Ya
lo dijo Aldous Huxley: “Una
dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, pero
sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni
siquiera soñarían con escapar”
.
Para
mantenernos sumisos, el gobierno se ofrece a cuidarnos con ayudas,
subvenciones y reparto de alimentos. Pero depender del estado obliga
a acatar sus mandatos como esclavos. Y con la economía en quiebra
cada vez te darán menos y cada vez será más difícil rebelarse.
Con
el ejército en las calles veo a la gente cantando y aplaudiendo
desde sus casas. Y eso me asusta más que el virus.
Despierta
y Lucha
#YoQuieroSalir
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